"Las bicicletas son para el verano", parafrasea a Fernando Fernán Gómez el portero de mi casa cuando me ve entrar con mi Kastel azul. Y, en un país como España, donde el uso de los pedales estaba relegado a los paseos, el deporte o el ocio, tiene algo de razón.
Sin duda, las costumbres son difíciles de cambiar pero si Häagen Dazs consiguió vender sus helados en noviembre significa que no es imposible. Además, en Alemania, donde en invierno llegan a los menos 20 grados, se usan bicis todo el año. En Amsterdam, donde llueve un día sí y otro no, hay 1,1 bicicletas por habitante (algo menos que el ratio de líneas de móvil por persona en España, por cierto) y en China, donde en algunas ciudades la polución enturbia la visión, la bicicleta es estratégica (compartida y necesaria, de acuerdo, pero ahí está).
"Pero estás loco, cómo vienes en bicicleta al trabajo", me dijo mi jefe cuando descubrió que cada mañana aparcaba la bici en el parking del periódico. Es una pregunta recurrente. Lo cierto es que tardo menos, es más agradable que el metro y, en cada cuesta, los glúteos lo agradecen. En España, la hostilidad de las ciudades a las dos ruedas se manifiesta en la forma del archienemigo peligro acompañado de sus ayudantes, pero no por ello menos mencionadas, cuestas. La seguridad preocupa pero de todos los accidentes ocurridos en España en 2008, el 3% implicaban a bicicletas, según el observatorio de la DGT. En Nueva York, una ciudad con casi 9 millones de personas y un 11% de biciclistas, entre 1996 y 2005 las bicis se vieron implicadas en 3.700 incidentes con heridos. Las cuestas son otra cosa más difícil de rebatir. Sólo decir que una vez que te pones, pensar en el verano y en las horas de gym que se ahorran, ayuda.
"Yo iría con la bici a trabajar pero por la acera voy muy despacio y la carretera me da un poco de miedito", dice Sandra, una habitante de Madrid. Muchas asociaciones se quejan de la falta de carriles bici. Es cierto. Pero lo que falta son ganas y costumbre. Hace unos meses, el Centro de Investigación del Transporte, con expertos de tres universidades españolas (la UPM, la de Universidad de Burgos y la de Cantabria), presentó las conclusiones del proyecto Probici. Se podrían resumir en una frase: el ciclista se siente más cómodo con un espacio dedicado a él pero para montar en bici lo que hay que hacer es empezar a pedalear. “Las infraestructuras son esenciales para la propagación de las dos ruedas en las urbes. Sin embargo, las políticas de fomento de la bicicleta en España se reducen prácticamente a la construcción de vías ciclistas segregadas del tráfico y que, a menudo, se traduce en tramos inconexos o con muchos rodeos. El resultado son carriles que no permiten un uso eficiente y que, cuando ocupan las aceras, aumentan el riesgo de accidentes y los conflictos con los peatones”, aseguraba Clemente Álvarez en el post ¿Qué va antes: el ciclista o el carril bici? desde su blog Eco-Lab.
No le falta razón. Madrid, uno de los peores ejemplos de ciudad que fomenta el uso de la bicicleta de España, presentaba con orgullo sus primeros kilómetros de carril bici en 2005. Luego se lanzó una M-30 para ciclistas de fin de semana que no conectaba con el centro urbano. Actualmente de los 106 kilómetros de carril que hay en la capital, no llegan a 10 los que están en la almendra central y, encima, aparecen desconectados. En otras ciudades, como Sevilla y Barcelona, se han construido carriles bici y se ha implantado un sistema de bici pública que, en el caso de la capital andaluza, ha sacado del armario a cientos de ciclistas. El sistema público funciona, siempre que haya suficientes puestos de préstamo y que las bicis se mantengan en buen estado. Su éxito se basa en varias razones: no tienes que buscar grilletes para evitar el robo del velocípedo; ver ciclistas desde el atasco provoca una cierta envidia y hace sentir al ciclista parte del ambiente urbano y no el último mono que ha llegado a la jungla.
"Vengo a la Bici Crítica desde hace un par de años. Aquí está la gente que quiere cambiar un poco el mundo". Gabi es un convencido. Usa la bici en la ciudad porque cree que ayuda al medio ambiente y a la convivencia y por eso la divulga el último jueves de cada mes en Madrid. El transporte generó en España en 2009 un 23,4% de las emisiones de efecto invernadero. Obviando los renombrados gases de las vacas, la movilidad sigue siendo uno de los principales causantes del calentamiento global por eso muchos activistas de las masas críticas relacionan bici con medio ambiente. Además del efecto positivo que provoca una marcha por la ciudad con biciclistas expertos en esquivar coches para los neófitos. Un par de clases con guías urbanos ilustraría -desde el sillín- a los no iniciados que moverse por una capital en bici no es tan complicado.
Ya no vale el frío, la contaminación o las cuestas. En España las bicis son para todo el año y si no es por economizar tiempo y disfrutar del paisaje urbano; si no es por el medio ambiente y ahorrar dinero y gasolina; si no es por la salud y no invertir tiempo ni euros en gimnasios, sólo queda una razón que pueda convencer a los escépticos: el culo. Con cada pedaleo, será capaz de aguantar más tiempo el desafío de la gravedad. Al final, el mundo global y tus fans particulares te lo agradecerán.