""Un camino de mil millas comienza con un paso" ... una visión holística de como hallar el sendero hacia el reencuentro con uno mismo...

miércoles, 20 de octubre de 2010

LAS PESCADORAS


 Érase una vez un grupo de mujeres pescadoras. Después de concluir la faena como cada jornada, se pusieron en marcha hacia sus respectivas casas para reunirse con sus familias y descansar. El trayecto era largo y, cuando la noche comenzaba a caer, se desencadenó una violenta tormenta.

Llovía tan torrencialmente que era necesario guarecerse. Divisaron a lo lejos una casa y comenzaron a correr hacia ella. Llamaron a la puerta y les abrió una hospitalaria mujer que era la dueña de la casa y se dedicaba al cultivo y venta de flores. Al ver totalmente empapadas a las pescadoras, les ofreció una habitación para que tranquilamente pasaran allí la noche.

Era una amplia estancia donde había una gran cantidad de cestas con hermosas y muy variadas flores, dispuestas para ser vendidas al siguiente día.

Las pescadoras estaban agotadas y se pusieron a dormir. Sin embargo, no lograban conciliar el sueño y empezaron a quejarse del aroma que desprendían las flores:
 “!Qué peste! No hay quien soporte este olor. Así no hay quien pueda dormir”.
 Entonces una de ellas tuvo una idea y se la sugirió a sus compañeras:
  --No hay quien aguante esta peste, amigas, y, si no ponemos remedio, no vamos a poder pegar ojo en toda la noche. Coged las canastas de pescado y utilizadlas como almohada y así conseguiremos evitar este desagradable olor.

  Las mujeres siguieron la sugerencia de su compañera. Cogieron las cestas malolientes de pescado y apoyaron las cabezas sobre ellas.

 Apenas había pasado un minuto y ya todas ellas dormían profundamente.


 Es curioso como en determinadas situaciones complicadas en nuestro día a día, la necesidad de adaptarnos sobrepasa incluso los límites de nuestro propio sentido común.
Al igual que ocurria con la rana que estaba siendo hervida y no se percataba hasta que era demasiado tarde, el tratar con un problema durante un tiempo nos hace a veces de un modo peligroso (entiendo que como modo de afrontamiento) habituarnos a él, tanto como para normalizarlo y abandonar la batalla para superarlo y seguir realizándonos como deseamos interiormente.

Lamentablemente si permitimos que nuestra adaptación sea el resultado de resignación y poca voluntad hacia el cambio, puede llegar el momento en el que nos encontremos mucho más cómodos entre canastas de pescado que entre cestas de hermosas flores.



1 comentario:

  1. yo sin duda me hubiese quedado con las cestas de flores, aunque hubiese tardado mas en dormirme!

    ely.

    ResponderEliminar